miércoles, 23 de enero de 2013

Un buen plato






No debe ser muy distinto al juego -dijo Andrés mirando alternativamente el arma que tenía en la mano y a su abuelo.
–Probá –le dijo el anciano intentando mantener la calma. Ver a su nieto con el arma reglamentaria de la policía le daba más nervios que los cinco “ambulantes” que estaban en el pasillo.
–Si ves que no podés, volvemos acá, Andrecito, ¿estamos?
–Sí, abue, sí –respondió el adolescente visiblemente excitado por poder disparar.
Don Finoccietto abrió la puerta de su casa, la última de un pasillo que llegaba al corazón de manzana, que alguna vez fuera una sola y  que ahora estaba dividida en tres departamentos. Su nieto, que estaba a su lado, salió al pasillo con el arma levantada con las dos manos y él lo siguió con la pala en ristre.
–¿A Don Vissen primero, Abue?
–Ése no es don Vissen, o ya no es don Vissen. Pero sí, a Don Vissen primero.
Andrés apretó el gatillo, pero el disparo no salió. Bajó el arma avergonzado por haber olvidado el paso uno que el abuelo le marcó antes de abrir la puerta. Don Finoccietto se encargó de lo que había sido Vissen, dueño de la casa. Pensó en el problema que habían tenido en el 93, cuando éste quiso cobrarle dos veces el alquiler, pero era demasiado poco. Costó golpear el rostro anguloso y grisáceo de lo que había sido Guido Vissen.
Andrés había solucionado el tema del seguro y sobrepasó a su abuelo corriendo. Se detuvo en seco y disparó dos veces. Dos “ambulantes” más cayeron. El sonido del disparo sobresaltó al viejo. Semejante chasquido sonaba terrible, gutural y amplificado en medio del silencio de lo que había sido la bulliciosa calle Obispo Salguero. Finoccietto tocó el hombro de su nieto y le hizo señas de que no disparara. Se encargó de los otros con la pala. Después entraron en la casa de Vissen, que estaba abierta. El viejo, acaparador en vida, no podía defraudarlos. Y no lo hizo. Tenía latas de arvejas, choclos, sardinas, caballa, ensalada rusa. Y un surtido freezer.
–Esto es lo primero que vamos a comer. No sabemos cuánto tiempo más va a haber electricidad. Así que empezaremos por el freezer.
–Sí, abue. ¿Milanesas esta noche?
–Milanesas esta noche…con papas fritas  –respondió el abuelo mientras comprobaba que las papas estaban en condiciones–. Con papas fritas –repitió.

x Guillermo Bawden



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