miércoles, 23 de enero de 2013

Convocatoria para participar en Manga 'e muertos

Recibimos relatos breves de cualquier autor, publicado o no, que esté interesado en participar en este blog con historias mínimas que puedan insertarse en el género zombie. Este espacio es complementario con la saga de Letra Muerta, por lo que recomendamos leer el blog (o escuchar su versión en audiolibro) o preferentemente la novela en papel.

Requisitos:

-Calidad mínima. Enviar los textos revisados y sin errores ortográfico ni gramaticales.
-Los relatos deben ser inéditos. Esto quiere decir que no deben haber sido publicados antes en ningún soporte material ni digital.
-Extensión breve (enviar el archivo en word tamaño A4, fuente Times New Roman 12, no más de dos carillas) 
-Respeten las pautas del género de zombies tal y como fue tratado en Letra Muerta (Básicamente, los zombies no corren, no hablan, no manipulan herramientas ni armas, no dominan ninguna técnica de lucha oriental y occidental, no son sexies, no tienen ningún tipo de inteligencia, no hay amputación que pueda salvar a una víctima de mordedura, etc.) Para más información, revisar el blog de Letra Muerta.
-Enviar a cezarynovek@gmail.com
-Un jurado (cuyos nombres se mantienen en reserva para evitar favoritismos) se ocupará de seleccionar un relato por mes, que será publicado en este espacio y debidamente difundido por las redes sociales.

Un buen plato






No debe ser muy distinto al juego -dijo Andrés mirando alternativamente el arma que tenía en la mano y a su abuelo.
–Probá –le dijo el anciano intentando mantener la calma. Ver a su nieto con el arma reglamentaria de la policía le daba más nervios que los cinco “ambulantes” que estaban en el pasillo.
–Si ves que no podés, volvemos acá, Andrecito, ¿estamos?
–Sí, abue, sí –respondió el adolescente visiblemente excitado por poder disparar.
Don Finoccietto abrió la puerta de su casa, la última de un pasillo que llegaba al corazón de manzana, que alguna vez fuera una sola y  que ahora estaba dividida en tres departamentos. Su nieto, que estaba a su lado, salió al pasillo con el arma levantada con las dos manos y él lo siguió con la pala en ristre.
–¿A Don Vissen primero, Abue?
–Ése no es don Vissen, o ya no es don Vissen. Pero sí, a Don Vissen primero.
Andrés apretó el gatillo, pero el disparo no salió. Bajó el arma avergonzado por haber olvidado el paso uno que el abuelo le marcó antes de abrir la puerta. Don Finoccietto se encargó de lo que había sido Vissen, dueño de la casa. Pensó en el problema que habían tenido en el 93, cuando éste quiso cobrarle dos veces el alquiler, pero era demasiado poco. Costó golpear el rostro anguloso y grisáceo de lo que había sido Guido Vissen.
Andrés había solucionado el tema del seguro y sobrepasó a su abuelo corriendo. Se detuvo en seco y disparó dos veces. Dos “ambulantes” más cayeron. El sonido del disparo sobresaltó al viejo. Semejante chasquido sonaba terrible, gutural y amplificado en medio del silencio de lo que había sido la bulliciosa calle Obispo Salguero. Finoccietto tocó el hombro de su nieto y le hizo señas de que no disparara. Se encargó de los otros con la pala. Después entraron en la casa de Vissen, que estaba abierta. El viejo, acaparador en vida, no podía defraudarlos. Y no lo hizo. Tenía latas de arvejas, choclos, sardinas, caballa, ensalada rusa. Y un surtido freezer.
–Esto es lo primero que vamos a comer. No sabemos cuánto tiempo más va a haber electricidad. Así que empezaremos por el freezer.
–Sí, abue. ¿Milanesas esta noche?
–Milanesas esta noche…con papas fritas  –respondió el abuelo mientras comprobaba que las papas estaban en condiciones–. Con papas fritas –repitió.

x Guillermo Bawden



domingo, 15 de noviembre de 2009

Escrito encontrado en un galpon, 22 días despúes de la infección

Encontré este papel en una pequeña oficina situada en una esquina del galpón donde nos refugiamos. Nunca antes escribí nada, o más bien he anotado cosas, tomado apuntes, hecho resúmenes, poco más. Tal vez escriba esto por nada, pero he pensado en dejar un escrito en cada lugar en donde estemos. Podría ser una guía para alguien que llegase a leerlo, podría dar un aliento en medio de este silencio. El silencio, eso creo que es lo que más me ha impresionado con el paso de las horas; después de los horrores, los infectados persiguiéndote, las calles llenas de cadáveres y los incendios, lo que más me impresiono es el silencio, apenas roto por el rumor o ronroneo que emiten los infectados y el sonido del crepitar de las llamas. El silencio, nuestras conversaciones en voz baja, apenas rasgos, vestigios de una comunicación. Eso es lo más impresionante, el silencio.
Nadie todavía a querido usar los celulares, siquiera para filmar o sacar fotos de lo que pasa. Al parecer las líneas de telefonía celular emitieron alguna señal que comenzó con todo esto. Algunos dicen que fue el agua. O los animales. Ningún animal parece infectado, incluso miles de perros comen hasta saciarse de los cadáveres que pueblan las calles como un océano apestoso. Mariano, uno de los que llegaron al galpón hace algunas horas dice que de alguna manera el Zoológico está abierto y que mientras cruzaban el parque Sarmiento vieron a dos leones devorando muertos.
Ahora debemos decidir que hacer. El galpón parece haber sido el taller de la consecionaria de autos que hay en la esquina a unos 30 metros de aquí. Somos siete en total, ninguno sabe lo más mínimo de mecánica. Hay poca comida y dentro del plan debemos pasar si o si por un supermercado a aprovisionarnos.